domingo, 18 de agosto de 2013

Para disfrutar este domingo en familia

La importancia del cuento en la vida de los niños y niñas
Los cuentos estimulan la fantasía y la imaginación del niño/a y abanico de posibilidades abren un que aumentan su pequeña experiencia.
El cuento acercará al niño/a a la lectura, un niño/a que se haya aficionado desde pequeño/a a los cuentos tendrá un mayor interés por descifrar lo que dicen los libros. De su entusiasmo y placer nacerá su amor por la Literatura.
Es muy importante contar cuentos a los niños/as desde muy temprana edad ya que:
 Se establece una buena relación afectiva entre padres, madres e hijos/as.
Estimula el desarrollo de su incipiente lenguaje oral.
 El niño/a puede leer las imágenes de un cuento, expresando lo que ve, interpretando los distintos elementos de las imágenes, haciendo hipótesis de lo que puede suceder después, etc. como paso previo a toda lectura comprensiva de un texto.
 El niño/a se identifica con los problemas de los personajes de los cuentos y encuentra en ellos la solución a sus conflictos.
El relato de cuentos favorece el conocimiento espacio-temporal, dónde sucede, en qué lugar, qué sucede antes, qué sucedes después, etc.
En definitiva, escuchar, mirar, leer cuentos acercará al niño/a al lenguaje escrito



Enriqueta el hada coqueta



La pequeña Enriqueta era un hada muy coqueta.
Frente al espejo pasaba el día entero sentada.

Se peinaba todo el día para ver cómo lucía.
Y se probaba anillos, collares con muchos brillos,
también lazos y peinetas, esta hadita tan coqueta.
Su ropa mucho cuidaba para que no se arrugara.
Mas un error cometía y ella no lo sabía.
Se perdía muchas cosas y todas, maravillosas.
Bailar hasta despeinarse y jugar hasta cansarse.
Hamacarse sin cesar y por el césped rodar.
Jugar a las escondidas con otras hadas amigas.
Y un día reflexionó y su defecto asumió.
Vio todo lo que perdía por mirar cómo lucía.
Y se dio cuenta ese día de cuánto, cuánto se aburría.
Y entonces todo cambió y a despeinarse se animó.
Jugaba y mucho saltaba, aunque su ropa se arrugara.
Daba vueltas y más vueltas, sin importar las peinetas.
Y se dio cuenta por fin que jugando era feliz.
Se dedicó a jugar y a su espejo… ¡dejó descansar!
Fin

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